El queso

El queso es un alimento delicioso y muy polivalente en la cocina.

Para conservar el queso sin que le salga moho hay que tener en cuenta que necesita aire para sobrevivir. Por ello, una vez abierto no conviene conservarlo en plástico o papel de film. Mucho mejor usar papel y no dejarlo durante mucho tiempo en el mismo envoltorio.

Suele pasar a menudo que los quesos curados se secan enseguida y se quedan con un aspecto y una textura cerosos. Si se sumerges en leche durante unos minutos se recuperarán y quedarán como recién cortados.

Para cortar queso blando y que no se desmorone ni se quede pegado al cuchillo, lo más práctico es meterlo durante unos minutos en el congelador, y calentar el cuchillo con el que vamos a cortarlo al grifo de agua caliente.

Si lo que pretendemos es conservar queso fresco, podemos recurrir al aceite de oliva virgen extra. Un condimento que  proporcionará sabor. El truco está en cortar el queso en taquitos, meterlos en un tarro de cristal y cubrirlos de aceite.

Otro de los factores a tener en cuenta es la temperatura. Congelar el queso puede ser una buena opción si es blando o cremoso, –entre cuatro y ocho grados– pero debemos tener en cuenta que por el camino se perderá un poco de su aroma y sabor originales.

Los quesos de tapa dura conviene conservarlos entre los ocho y doce grados. En caso de guardarlo en la nevera, es preferible almacenarlo en cajas de verdura,  es decir, la parte menos fría del frigorífico.

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